Albert Maurilio Chan Dzul Coordinador de la subregión Mesoamérica en el Consorcio TICCA, a través de la organización local U Yich Lu’um de Sanahcat, Yucatán
Cada vez hay mayor evidencia del papel que jugamos los pueblos indígenas y comunidades locales (PICL) en la conservación de la biodiversidad y en las respuestas efectivas frente al cambio climático. Sobre todo, cuando se presta mayor atención al tipo y calidad de la gobernanza y se fortalecen las capacidades y los derechos de los pueblos indígenas y comunidades locales. Aun cuando nosotros ya lo sabíamos, es importante resaltar que el la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), reconoce que las áreas mejor conservadas (incluyendo las traslapadas con áreas protegidas, oficialmente), se encuentran en territorios de PICL, y aún más, que reconocer los conocimientos, innovaciones, prácticas, instituciones y valores de los pueblos, además de mejorar la calidad de vida de los mismos, es un medio eficaz de conservación de la biodiversidad. Similares conclusiones reportan el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) al mencionar que con un nivel de confianza alto “las prácticas agrícolas que incluyen los conocimientos indígenas y locales pueden contribuir a superar los desafíos combinados del cambio climático, la seguridad alimentaria, la conservación de la biodiversidad y la lucha contra la desertificación y la degradación”.
Este reconocimiento, está lejos de hacerse realidad en los territorios de vida, tal como expresaron los PICL y organizaciones de la sociedad civil el pasado enero en Tárcoles, Costa Rica, en la III Asamblea de la Red Territorios de Vida-TICCA Latinoamérica. Para México es igual, como puede observarse con megaproyectos como el Tren Maya o el Corredor Transístmico, la violencia directa y criminalización a los territorios y sus custodios y la consolidación de la llamada “conservación fortaleza” que es el establecimiento de áreas naturales protegidas sobre los territorios de vida.
En este escenario es importante posicionar nuestra voz colectiva y evitar que se tomen decisiones en nuestro nombre. Ahora mismo, nuestros sistemas alimentarios están en peligro por la cooptación de la Cumbre de Sistemas Alimentarios por el Foro Económico Mundial; en la pasada COP26 de Cambio Climático, los resultados siguen poniendo a la economía sobre el clima, por ejemplo, el Art. 6. “Soluciones climáticas basadas en el mercado”. En la reciente COP15 del Convenio de Diversidad Biológica de la ONU, los países adoptaron el nuevo Marco de Diversidad Biológica con 23 metas, siendo la más polémica la Meta 3, que plantea incrementar a 30% la superficie conservada para 2030. En este punto hay que pensar dos cosas: primero, que las áreas “de particular importancia para la biodiversidad y las funciones y servicios de los ecosistemas”, como reza la Meta 3, está en territorios de PICL y segundo que el establecimiento de áreas protegidas no garantiza la conservación como podemos confirmar con la devastación del tren maya en Calakmul.Para México es igual, como puede observarse con megaproyectos como el Tren Maya o el Corredor Transístmico, la violencia directa y criminalización a los territorios y sus custodios y la consolidación de la llamada “conservación fortaleza” que es el establecimiento de áreas naturales protegidas sobre los territorios de vida.
Contrarrestar las políticas que violentan nuestros derechos y socavan la continuidad de la vida y nuestra riqueza biocultural solo es posible si nos mantenemos informados y conectados; si juntas y juntos recuperamos el concepto de conservación y nos asumimos como “los originales conservacionistas” como diría Taghi Farvar, un anciano indígena nómada de las montañas de Irán y primer presidente del Consorcio TICCA. TICCA es la abreviatura de territorios y áreas conservadas por pueblos indígenas y comunidades locales. Los TICCA o territorios de vida, son aquellos espacios donde existe un territorio y un PICL en fuerte y estrecha relación; donde este PICL tiene órganos de toma de decisiones funcionales -avalados o no por el Estado-, y como resultado de esta relación y esta toma de decisiones, que implica el uso y manejo, el territorio se mantiene en un estado de conservación dinámica y se fortalece el bienestar de la comunidad. Descrito de este modo, muchos PICL identifican estos elementos en su realidad, incluyendo quienes se han “acostumbrado” a las restricciones impuestas por el actual modelo de conservación.
Yunta en Pichátaro.Ricardo María Garibay
Si bien, los TICCA-Territorios de Vida existen por sí solos y resistiendo a los procesos neocolonizadores, las amenazas arriba expuestas originaron un gran movimiento alrededor del Consorcio TICCA, que agrupa organizaciones de la sociedad civil, de base, federaciones, redes y academia, pero sobre todo PICL en más de 80 países, incluido México, con la misión de impulsar el reconocimiento y apoyo justos a los territorios y sus custodios. Al menos en México, un reconocimiento basado en derechos ya reconocidos tales como la autonomía y el autogobierno que no garantizan los esquemas actuales de conservación. •